Los trastornos del aprendizaje (TA) constituyen una de las causas más frecuentes de dificultades escolares en niños con inteligencia y escolarización normales. Se estima que entre el 5% y el 15% de la población escolar presenta algún tipo de TA, lo que representa un reto significativo tanto para el sistema educativo como para las familias (Sans-Fitó et al., 2013). Lejos de ser trastornos pasajeros o producto de la desmotivación, los TA tienen una base neurobiológica y, aunque no pueden curarse, sí pueden abordarse con eficacia cuando se identifican a tiempo y se interviene adecuadamente.
Entre los trastornos de aprendizaje más relevantes se encuentran la dislexia, la discalculia y el trastorno de aprendizaje no verbal (TANV). Su abordaje temprano y coordinado resulta esencial para evitar consecuencias emocionales, sociales y académicas que pueden extenderse a lo largo de toda la vida.
Comenzamos por la dislexia, es el trastorno específico del aprendizaje más prevalente y uno de los más estudiados. Afecta principalmente a la lectura, dificultando tanto la precisión como la fluidez lectora, así como la ortografía y la escritura (ASANDIS, 2010). Esta alteración no se relaciona con un bajo cociente intelectual ni con una instrucción deficiente, sino con un procesamiento atípico de los componentes fonológicos del lenguaje.
Diversas investigaciones coinciden en que los niños con dislexia muestran dificultades para reconocer palabras, segmentar sonidos y establecer la correspondencia entre fonemas y grafemas (Sans-Fitó et al., 2013). Estas dificultades suelen manifestarse desde edades tempranas y evolucionan con el tiempo: mientras que en etapas iniciales se observan problemas para aprender el abecedario o identificar letras, en la adolescencia pueden presentarse dificultades más complejas, como una pobre expresión escrita o lentitud lectora con bajo nivel de comprensión.
Desde el punto de vista neuropsicológico, la dislexia se asocia a un funcionamiento diferencial en las regiones cerebrales relacionadas con el procesamiento lingüístico. Las imágenes por resonancia funcional muestran alteraciones tanto en la ruta fonológica (implicada en la decodificación letra-sonido) como en la ruta léxica (reconocimiento global de palabras) (Sans-Fitó et al., 2013).
Siguiendo por la discalculia, encontramos que aunque menos diagnosticada que la dislexia, la discalculia es una dificultad específica para el procesamiento numérico que afecta a habilidades como el conteo, el cálculo, el razonamiento matemático y la comprensión de conceptos cuantitativos (ASANDIS, 2010). Su diagnóstico es complejo, dado que el rendimiento matemático puede verse afectado por múltiples causas, desde trastornos atencionales hasta dificultades del lenguaje.
No obstante, la discalculia pura presenta rasgos específicos, como una comprensión deficiente de las magnitudes, dificultad para automatizar las tablas de multiplicar, errores frecuentes en la resolución de operaciones básicas o dificultades con el sentido del tiempo y el manejo del dinero (Sans-Fitó et al., 2013). Estas dificultades persisten en la adultez, interfiriendo incluso en actividades cotidianas, como calcular precios o gestionar horarios.
El enfoque neuropsicológico de la discalculia apunta a alteraciones en los circuitos parietales del cerebro, responsables de la representación de magnitudes y del procesamiento simbólico numérico. Desde esta perspectiva, se plantea que la discalculia compromete una capacidad innata: la estimación de cantidades, o subitización, presente desde los primeros meses de vida.
Por último, abordamos el Trastorno de Aprendizaje No Verbal (TANV), este representa un perfil neuropsicológico complejo que afecta a la integración visoespacial, la coordinación motora, las habilidades sociales y la planificación. Aunque su reconocimiento ha aumentado en las últimas décadas, sigue siendo poco conocido en el ámbito educativo.
Los niños con TANV suelen presentar torpeza motora, dificultades para interpretar información no verbal, bajo rendimiento en áreas como la geometría o el dibujo técnico, y serias dificultades para adaptarse a entornos nuevos o inciertos. Su lenguaje verbal suele desarrollarse con normalidad, lo que a menudo contribuye a subestimar sus verdaderas dificultades (Sans-Fitó et al., 2013).
Desde el punto de vista funcional, se han propuesto alteraciones en las conexiones del sistema parieto-occipital y del cerebelo, áreas cerebrales vinculadas a la coordinación sensoriomotriz y al aprendizaje procedimental. El diagnóstico, como en los otros casos, requiere una evaluación multidisciplinar que considere las funciones cognitivas, la conducta adaptativa y las competencias escolares.
Encontramos que el rol de la familia y la escuela son claves para la intervención. Para que esta sea eficaz en los trastornos de aprendizaje depende en gran medida de una alianza sólida entre familia y escuela. Las familias, por su parte, deben asumir un rol activo que incluya la comprensión del trastorno, el acompañamiento emocional del niño y la coordinación con los profesionales educativos y sanitarios. En palabras de ASANDIS (2010), una actitud de aceptación y de apoyo constante puede prevenir consecuencias como la baja autoestima, la ansiedad o incluso la depresión infantil.
Algunas pautas para la familia serían las siguientes:
-Aceptar y comprender el diagnóstico, informarse y evitar culpabilizar al niño.
-Apoyar emocionalmente Validar sus esfuerzos, reforzar su autoestima.
-Crear rutinas estructuradas en casa ya que estas ayudan a su autonomía.
-Evitar comparaciones con hermanos o compañeros.
-Colaborar con el colegio y profesionales de salud mental.
En cuanto al ámbito escolar, las adaptaciones curriculares no significativas son una herramienta clave. Estas incluyen la ampliación de tiempos en pruebas, el uso de recursos visuales o tecnológicos, la flexibilización en la forma de evaluación (como permitir exámenes orales) y la no penalización de errores ortográficos en casos de dislexia. En discalculia, el uso de materiales manipulativos y la enseñanza basada en la experiencia concreta del niño son especialmente útiles. En TANV, se recomienda estructurar claramente las tareas, usar apoyos visuales y fomentar explícitamente las habilidades sociales (Sans-Fitó et al., 2013).
Asimismo, los docentes deben recibir formación específica para poder identificar síntomas tempranos y aplicar estrategias adecuadas en el aula. La sensibilización del grupo clase también juega un papel importante, ya que permite reducir la estigmatización y promover una verdadera inclusión educativa.
Algunas pautas para el colegio serían las siguientes:
-Identificación temprana, detectar los signos de alarma y derivar a evaluación psicopedagógica.
-Enseñanza multisensorial y práctica.
-Fomentar un entorno emocionalmente seguro e inclusivo.
-Trabajo coordinado con la familia y orientación escolar
En conclusión, los trastornos del aprendizaje, lejos de ser una sentencia de fracaso, pueden convertirse en oportunidades de crecimiento cuando son comprendidos y abordados adecuadamente. La dislexia, la discalculia y el TANV nos recuerdan que el aprendizaje no sigue un único camino, y que cada niño necesita herramientas adaptadas a sus capacidades. La clave del éxito radica en la detección precoz, la intervención especializada y, sobre todo, en un entorno empático y colaborativo que ofrezca a estos niños la posibilidad de desarrollar su potencial en plenitud.
Rebeca Rico Val
Psicologa
Centros Psicopedagógíco Gabaldón Alicante
Referencias
- Sans-Fitó, A., Sanguinetti, A., Colomé-Roura, R., López-Sala, A., & Boix-Lluch, C. (2013). Trastornos del aprendizaje. Form Act Pediatr Aten Prim, 6(2), 98-105.
- Asociación Andaluza de Dislexia (ASANDIS). (2010). Guía general sobre dislexia. Junta de Andalucía.