¿QUÉ ES EL ENFADO PATOLÓGICO?

 

    Si comparamos el enfado con otras emociones, como son la tristeza, la felicidad, el miedo, la ira, la sorpresa o el asco, vemos que es una emoción que ha sido bastante olvidada en el mundo de la psicología. ¿Pero y porqué? ¿Por qué se ha quedado apartada del resto de las emociones? Existen probablemente muchas respuestas a esta pregunta, pero las más importantes y destacables podrían ser las siguientes:

  • En el nuevo manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), ni tan siquiera existe como trastorno oficial, no hay ninguna categoría concreta que nos hable del enfado patológico. Este es un problema importante porque implica que habrá un número escaso de profesionales aptos para tratar este tipo de trastorno y además poca concienciación por parte de la población.

 

  • Debido a esa falta de concienciación tenemos cómo resultado que la mayoría de personas que sufren este trastorno no buscan ayuda profesional.

 

  • Añadiendo cómo última respuesta que es bastante complicado el diferenciar el enfado del enfado patológico. Porque todos nos enfadamos y sabemos en qué consiste enfadarse, pero ¿cuál es la frecuencia, intensidad y duración de este enfado? Ahí estaría la clave. La persona que sufre este tipo de trastorno se enfadaría muchas veces, con demasiada intensidad y con demasiada duración.

 

     Una vez aclarado el porqué del olvido de esta emoción, volvemos a la definición de enfado. Podemos hablar del enfado cómo aquella emoción que tiene una misión evolutiva y de supervivencia. Ya nuestros antepasados se enfadaban y el objetivo sigue siendo el mismo: eliminar cualquier amenaza que se presente en el camino.

 

     Además de considerarla cómo una emoción muy intensa, que implica una gran respuesta fisiológica, sin olvidar los cambios cognitivos y motores que supone.

Antes de hablar de los diferentes tipos de respuesta que puede provocar el enfado, es importante tener en cuenta los disparadores que provocan el que una persona llegue a enfadarse. Entre ellos podemos destacar:

 

1.     Situaciones donde se tienen expectativas de conseguir determinadas metas y son bloqueadas o interrumpidas (por ejemplo: no aprobar una oposición en la que se ha invertido mucho tiempo y esfuerzo).

2.     Situaciones en las que se han violado reglas éticas de comportamiento (por ejemplo: que se rían de un adolescente en mitad de la clase por llevar un determinado peinado).

3.     Acciones o eventos que no encajen exactamente con lo que nosotros creemos que debería ser (por ejemplo: que una persona se enfade con otra por que no comparten el mismo partido político). Este tipo de personas piensan cosas cómo “Si no estás de acuerdo conmigo, estás contra mí”.

4.     Recuerdos en los que la persona sintió humillación, frustración, maltrato y enfado (por ejemplo: un hombre que recuerda que durante su adolescencia sufrió bullying).

5.     Cuándo la persona va a prever que va a tener que afrontar una situación que habitualmente le provoca enfado (por ejemplo: hablar con su jefe).

 

    Dichos disparadores pueden hacernos pensar que es normal que la persona reaccione con enfado, pero hay que recordar que estamos hablando de un enfado desproporcionado, intenso o duradero. Ahí es cuándo hablaríamos de enfado patológico, el enfadarse es normal, pero cuándo cumple con las variables antes citadas ya no lo es.

 

     Hay que tener en cuenta además que hay determinadas variables que pueden aumentar la vulnerabilidad hacía este tipo de estímulos disparadores y de esta forma dar como resultado el enfado. El cansancio, la falta de sueño, el hambre o  el dolor también son variables que pueden aumentar nuestro riesgo de enfado.

Para terminar vamos a ver los diferentes tipos de respuesta que generan el enfado, empezando por la respuesta cognitiva.

 

¿Qué pensamos cuándo estamos enfadados?

 

      Los pensamientos que rondan por nuestra cabeza cuándo estamos enfadados son siempre pensamientos de descalificación moral, inflamatorios y con etiquetas negativas. Podemos encontrarnos con pensamientos de tipo “Es estúpido”, “Torpe”, “Mentiroso”, hasta palabras mucho más inadecuadas o inaceptables.

Además, si el enfado es muy severo, muy incluir también castigo, como por ejemplo: “Me las vas a pagar”, “Me vengaré”. Aquí tenemos más probabilidad de que haya conducta agresiva.

 

¿Cómo nos sentimos fisiológicamente o emocionalmente?

Los principales cambios fisiológicos que aparecen en el enfado son:

–        Aceleración de la tasa cardíaca

–        Aumento de la tensión muscular

–        Aumento de la tasa respiratoria, pudiendo llegar a la hiperventilación

–        Molestias gastrointestinales

–        Aumento de la temperatura corporal

–   Otros cambios cómo: dilatación pupilar, inquietud motora o agitación, hiperreactividad, movimientos explosivos y rápidos, aumento del volumen y ritmo del habla, cambios en la entonación…

 

¿Cómo nos comportamos cuándo tenemos este tipo de pensamientos y sensaciones fisiológicas?

A diferencia de las dos respuestas anteriores, la motora es voluntaria, estratégica y elegida. A continuación vamos a ver los diferentes tipos de respuesta motora que puede dar una persona cuándo está enfadada:

–        Cambios sutiles en el comportamiento del sujeto: hablar menos, no mirar a los ojos, dejar de sonreír, alterar las variables paralingüísticas.

–        Conductas verbales agresivas indirectas: comentarios irónicos, bromas de mal gusto, observaciones corrosivas, estar discutidor.

–        Conductas verbales agresivas directas: descalificaciones, insultos, intentos de humillación, ridiculización, amenazas.

–        Conductas físicas agresivas indirectas: dar un portazo o patada a una puerta, estrellar objetos contra el suelo o la pared, gritar, hacer movimientos cotidianos de forma brusca, hacer más ruido de lo necesario, negarse a colaborar en la ejecución de tareas.

–        Conductas físicas agresivas directas: acercarse en exceso al otro, hacer gestos obscenos o intimidatorios, empujones, agarrar/sujetar por el brazo a la otra persona, palizas, agresividad física desplazada hacia otra persona, agresión autoinfligida (dar cabezazos contra la pared, darse puñetazos, quemarse, morderse el interior de la boca o la lengua, cortarse a sí mismo, abusar del alcohol o de otros tóxicos)

Si te sientes identificado con lo expuesto a lo largo del artículo, quiere decir que eres consciente de lo que te pasa, y éste es el primer paso para empezar. Estas en el punto de pedir ayuda.

 

En Centros Psicopedagógicas Gabaldón te podemos ayudar si crees que puedes padecer alguno de los síntomas anteriormente descritos..

 

 

 

Marlene Poveda Platero

Psicóloga con Máster en Clínica

Número de Colegiado: CV-12974

Centros Psicopedagógicos Gabaldón

www.centropsicopedagogicogabaldon.com

 

Administrador19 de noviembre de 2022
Administrador28 de enero de 2024
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