A día de hoy, cada vez son más los pacientes que acuden a consulta con un estado de ánimo deprimido acompañado por sentimientos de fracaso y baja autoestima tras no haber alcanzado las expectativas que se habían propuesto en cuanto al ámbito laboral, personal, sentimental o social. Cuando las personas no alcanzan esas expectativas tan elevadas, suelen experimentar un intenso malestar que interfiere significativamente en sus vidas.
Los más jóvenes intentan por todos los medios integrarse en el mundo de los adultos adaptándose a las diferentes exigencias de una organización social, sin darse la oportunidad a equivocarse. En efecto, cada vez deben asumir más responsabilidades y obligaciones individuales y colectivas como estudiar o trabajar, realizar tareas domésticas, colaborar con la familia, etc.
Si a esto le sumamos la dificultad de empleabilidad de los jóvenes en la actualidad, la autoexigencia y la necesidad de perfeccionismo todavía es mayor, ya que creen que sólo habrá hueco para el que obtenga mejores resultados, sin tener en cuenta el proceso de aprendizaje. En este sentido, es frecuente observar como nunca llegan al ideal esperado, por lo que cada vez se exigen más y más.
La actitud de preferencia
Para manejar las exigencias (impuestas por nosotros mismos o no) y al mismo tiempo mejorar nuestra autoestima, hay que adoptar una ACTITUD DE PREFERENCIA. Esta consiste en el equilibrio entre la aceptación de nuestras limitaciones y la realización de nuestras posibilidades. Se basa en esta frase:
“Aceptar lo irremediable y mejorar lo posible”
Es la alternativa racional, deseable y sana a la actitud de exigencia y a sus consecuencias adversas (como la autocondena que tiene lugar cuando no se cumplen las autoexigencias).
Si mantenemos una ACTITUD DE PREFERENCIA, la vida se convierte en un juego en el que siempre ganamos, ya que trabajamos para conseguir nuestros deseos y objetivos pero cuando no es posible alcanzar nuestras metas, lo aceptamos de buen grado, quedando así libres para centrarnos en nuestras posibilidades y en disfrutar de ellas. De este modo experimentamos un mínimo de frustración o desagrado y un máximo de placer y bienestar.
La diferencia con la actitud de exigencia está en que, desde la posición de preferencia, no perdemos el tiempo en lamentarnos o en alterarnos por nuestras limitaciones. Las aceptamos y nos centramos en desarrollar y disfrutar de nuestras posibilidades. Y cuando tenemos un fallo, no nos autocondenamos, ni menospreciamos por ello, si no que lo vemos como algo normal y procuramos aprender de ello.
La ACTITUD DE PREFERENCIA reduce las diferencias entre nuestros deseos (yo ideal) y nuestros logros (yo real), de lograr una mayor síntesis entre ellos, lo que constituye una característica básica de la sana autoestima.
Laura Tortosa Albero
Psicóloga. Máster en Psicología General Sanitaria.
Número Colegiada: CV16105
Centro Psicopedagógico Gabaldón Alicante
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