“Una madre preguntó a un famoso pediatra a que edad debía empezar a formar a su hijo”. Él le contestó: “¿cuando va a nacer su hijo?”. “Bueno – Observó la madre – ya tiene 5 años” -“¡Señora váyase a casa rápidamente – urgió el especialista-. Ha malgastado ya los mejores años de la vida de su hijo!”.

(DOMAN, 1970)

 

 

 

         Si nuestro hijo desde la primera infancia presentan dificultades persistentes en la comunicación social, dificultad en la comunicación verbal y no verbal, ausencia de reciprocidad social y dificultades para desarrollar y mantener relaciones con niños de su edad, debemos estar alerta a un posible trastorno autista. Además, si vemos que presenta patrones repetitivos de conducta, intereses restringidos, conductas inusuales y es rígidos en cuanto a sus rutinas, es recomendable consultar a un profesional, seguramente nuestro hijo podría ser autista.

 

 

       Los primeros síntomas del autismo suelen ser poco claros, lo que genera en los padres sentimientos de intranquilidad. Nuestro hijo/a pueden tener gran pasividad, pueden permanecer ajeno al medio, mostrarse poco sensible a las personas o cosas, o por el contrario, puede mostrarse muy excitable. La falta de sonrisa social, mirada a las personas, gestos y vocalizaciones comunicativas y, la fata de apego, son características que nuestro hijo presentará si es autista.

 

 

       Un diagnóstico temprano es importante para ayudar a los niños autistas. Si bien, conocer la” etiqueta diagnóstica”, es decir, saber como se llama “eso que le pasa a nuestro peque” nos ofrece mayor tranquilidad a las familias y a las personas que padecen el trastorno, aumenta la compresión de las familias y del entorno social, y ayuda a prever con mayor exactitud el pronóstico, como se va a desarrollar el niño/a en el futuro, no es suficiente. Para la mejora de la calidad de vida de los niños y las familias y hacer frente a los problemas de forma adecuada, se debe realizar un buen diagnóstico que nos permita:

 

  • Describir las características de cada niño/a en todas las áreas del desarrollo.

  • Detectar las necesidades del menor y de las familias y priorizar objetivos.

  • Ofrecer estrategias de intervención que ayuden a mejorar la calidad de vida de las familias y los niños/as.

  • Identificar opciones de educación, recursos, apoyos y servicios.

  • Posibilitar el soporte ambiental adecuado, incluyendo la posibilidad de identificar las necesidadede apoyo familiar y escolar.

  • Garantizar un seguimiento continuado que ayude a ajustar los programas de intervención en el ámbito escolar, familiar y sanitario.

 

Andrea Pelegrín Santo Psicóloga

Centro Psicopedagógico Gabaldón Alicante

www.centropsicopedagogicogabaldon.com

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